...... empaquetado con nácar, pero suspendidas del techo y
de cristal fino, había unas lámparas de araña. Por la noche cuando estas
habitaciones persas brillantes se encendían, presentaban una escena de bárbaro
esplendor, bien echo para deslumbrar a los ojos de un oriental suntuoso.
Cada cuadrado diminuto de cristal
reflejaba un punto de luz cada
cual más grande dando lugar a una
lámpara de araña, y así cada lámpara, el voluptuoso persa se encontraba a sí
mismo rodeado por miles de ellas.
Situado en el diván, hacia el final de una de estas
espléndidas habitaciones, con una caja de cigarrillos abierta ante él, estaba
el hombre que hace unos minutos nos llevo al otro sitio y se fue del carruaje.
Ofreciéndonos cigarrillos nos invito a
sentarnos, y en un preciso ingles( el a sido alguna vez ministro persa de
Inglaterra) se presento como
Nasr-i-Mulk, ministro del shah de asuntos exteriores, el mismo
caballero, os acordareis de el, apareció en la mañana antes de mi presencia en
el shah. (En el primer libro).
Yo le reconocía fácilmente ahora, y el también, me pregunto
cuando iba a dejar Teherán; pero en el oscuro vestíbulo de otro palacio mi
recuerdo de esa cara y figura era inexistente. Resulta, después de todo, que el
desgraciado al que pagamos para que nos llevase a la embajada rusa, nos llevo
en su ignorancia a la oficina persa de extranjeros.
“Yo lo sabia, si ¡¡rómpalo todo!! Yo sabia que no era el
ministro ruso en el momento en que le vi” –dijo el señor M___.como salimos ahora desde la habitación brillante. Su
confianza en el conocimiento del
carácter ruso que había empezado a caer a cero, revivió maravillosamente
descubriendo nuestro absurdo y pequeño error,esto es todo lo que pudo hacer
para continuar con él y nosotros siguiendo al guía Nasr-i-Mulk que había
sido enviado para mostrarnos la embajada rusa.
Andando durante unos minutos nos trajo a nuestro destino,
donde encontramos en la persona del general Melnikoff a un caballero, que
poseía la suavidad, y las cualidades simpáticas de un buen diplomático de alto grado.
ENTREVISTA CON EL GENERAL MELNIKOFF
¿Quién es el señor stevens?- exclamo el general con algo de
entusiasmo, avanzo hasta la puerta
para conocernos, su cara limpia y radiante mostraba placer. Y agarrándome una
mano expresó gran satisfacción por la
reunión con una persona que ha hecho “tan maravilloso viaje”etc, etc y etc.
nunca hizo el señor Pickwick un comentario más agradable al caballero sordo, o respeto más
benigno que al reloj del maestro
Humphrey, que..................
No hay comentarios:
Publicar un comentario